28.6.06

¿Donde está Drácula cuando se le necesita?






Articulo publicado en El Nacional, Domingo 18 de Junio de 2006, escrito por Gonzalo Jiménez (gjimenez@el-nacional.com)

Hubo una época en que los vam­piros aparecían en películas de terror. Pero ya no es así, lo cual es una lástima. Hoy en día, los vam­piros del cine pertenecen al géne­ro de acción. Se han convertido en superhéroes especialistas en arles marciales y en el manejo de pistolas automáticas, además de ser aficionados a vestir trajes ceñidos de cuero negro. Quizás la culpa la tenga la trilogía de películas sobre Blade, el caza vampiros protagonizado por Wesley Snipes; válgame Dios, hasta podría citarse como influencia la serie televisiva Buffy the vampire slayer. Los vampiros posmodernos poseen la actitud de una estrella de rock -justo como los imaginó la escritora Anne Rice- se ven bailando en fiestas raves clandestinas, a la manera de la secuencia inicial del filme Blade (1998).

Las nuevas generaciones no conocen al Drácula que encarnaron en décadas anteriores Bela Lugosi y Christopher Lee. Sin duda, estos filmes no son capaces de suscitar en la actualidad el terror que provocaron hace medio siglo. También Lugosi y Lee representaban una clase de vampiro más cercana a la sensi­bilidad del siglo XX y que conser­vaba poco del aura gótica y del espíritu represivo de la Inglaterra victoriana que marcó la escritura de la novela Drácula (1897) por Bram Stoker. Pese a todas sus mutaciones, el vampiro fue empleado por el cine como una metáfora de los temores más ocultos de nuestra psique. En cierta manera, quizás allí radica también la explicación de por qué el mito del vampiro no ha desaparecido de Hollywood: por su condición de metáfora, al emplear la sangre como un símil de las enfermedades de transmi­sión sexual y valerse de la inmor­talidad como excusa para expli­car la inexpugnabilidad del vam­piro. Todo eso está bien, pero en el camino se perdió algo irreme­diablemente: los vampiros deja­ron de atemorizarnos para con­vertirse en superhéroes de acción.

Lo que nos lleva al filme Ultra­violeta, que está actualmente en cartelera. Curiosamente, esta pelí­cula se une a otras tres cintas estre­nadas este año en Estados Unidos - UnderWorld: evolution (ya vista en Venezuela), Blood rayne y Perfect creature- cuyos personajes protago­nistas son mujeres muy sexy que, debido a ser híbridos de vampiros, están dotadas de sorprendentes habilidades para disparar armas automáticas, pelear con espadas samurai y emplear artes marciales que dejarían loco a Jet Li. En la página web metaphilm.com, el investigador Todd Seavey exploró las similitudes entre estas películas y encontró que todas, comparten un interés por la ingeniería genética. Así, el vampiro, criatura de la noche por excelencia, entra en los ambientes asépticos e iluminados de los laboratorios científicos. La sangre, fuente de vida para el vam­piro y metáfora de muchos temores inconscientes, pasa a ser un mero instrumento para que se mezclen ADN humano con ADN de vampi­ro. En estas películas, especialmen­te en Ultravioleta, la sangre es un símbolo de pureza genética. O como escribe Seavey: "La misión de los vampiros en el folklore ha cam­biado: en vez de caníbales, son ahora, en esencia, una partida de blancos supremacistas". Con este panorama, bien nos valdría un poco de Lugosi y Lee para devolver los vampiros al sitio del que nunca debieron haber salido: las criptas y las noches cerradas con niebla..

Articulo publicado en El Nacional, Domingo 18 de Junio de 2006, escrito por Gonzalo Jiménez (gjimenez@el-nacional.com)

6.6.06

Reflexiones de una vida...


...Ya casi dos años de eso, y aun no lo asimilo...
...Quizás porque siempre es tan agresivo, tan quisquilloso, tan voluntarioso, es difícil seguirle el paso.... el paso...
Ya hace tiempo que no tiene paso, que no se oye ese pisar fuerte contra el pobre piso de granito blanqui-negro.
Miro hacia abajo y recuerdo las muchas veces que hacia lo mismo, en cada comida, sin levantar la cabeza, so pena de una bofetada, ay!.
A veces, de buen humor y talante, ponía su grueso dedo de trabajador, debajo de mi barbilla, esperando que bajara la cabeza... y zas! un roce con la nariz y una risotada.
También recuerdo la ultima vez que me pegó, tendría como 6. Fue tan fuerte, que caí al piso, como un árbol sin raíz, como una bolsa llena de plomo, con un ardor en el cachete, que duró una semana.
Quizás por haber pasado por tantas experiencias malignas, porque una guerra no tiene otro símil, su carácter fue forjado como una espada al fuego de un herrero medieval, o mas bien, como unas cadenas que siempre tenían en su pensamiento, el furor de una dictadura, el malsabor de ser apátrida, el amargo sentido de saltar un océano completo, huyendo de la pobreza, de la maldad consumada, del despojo por pensar diferente.
...Ya casi dos años de eso, y aun me lo recuerdan a cada momento en la calle, en el mercado, en la carpintería, en el museo de viejos sentados en el café de la tarde, ese café que tanto protegía de las miradas familiares, y que solo por momento se dejaba vislumbrar, en su frente arrugada y quemada por el sol.
El sol... días sobre una embarcación, intentando pescar algún bicho desocupado y distraído, para luego regalarlo al cuidador de la isla, porque nadie sabía como cocinarlo , y mucho menos, comerlo.
El orgullo sobre sus cejas, al momento que yo encamino mis destinos.
El desasosiego sobre sus hombros, al momento que se parte la esperanza de ver completada su educación, trasladada en el tiempo y en el espacio en su progenie.
El fervor con que se ocupaba de su única y ultima visión, su mas preciada propiedad y garantía de su sustento: El Edificio. Así, con mayúsculas, como si fuera único en el mundo, como si , utilizando frases manoseadas, tuviera la misión de cuidar una fortaleza, protegerla de los antiguos enemigos, que nunca mueren, y por eso coloca su nacionalidad en el piso, le baila encima, y se olvida hasta de su idioma, para adoptar uno mas tropical, mas difícil de pronunciar, sobre todo las "erres".
...Ya casi dos años de eso. Hoy hubiera cumplido 92. Es mi papá. Muerto. Punto final.