19.12.14

Todas las madrugadas de diciembre, a las 4:30 am...

...me siento al borde de mi cama a pensar en lo que haría ese día, en la iglesia. Mas específicamente, en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, perteneciente a los padres carmelitas, que esta en la ciudad en donde vivo, en La Victoria. Lo hago, mientras mis perros corretean a los costados de mi cama, en un frenesí indescriptible. Claro, no son todos mis perros, solo los mas grandes, que son , de paso, los mas afectados. Si fumara, encendería un cigarrillo, mientras pienso. Parecería una imagen del mas puro cine negro, así a lo Bogart. Hoy, por ejemplo, imaginé citar a todos mis amigos que tienen perros, y sufren del mismo problema que yo, y aparecernos en plena misa de gallo, entrar con todos los perros, cerrar las puertas y soltarlos, para que se convirtieran un una jauría justiciera, he hicieran todos los destrozos que pudieran, asustaran a todos los feligreses que estuvieran ahí, ajenos a lo que pasa. Rompieran jarrones con flores, imágenes de santos, micrófonos con sus cables, deshilacharan las alfombras, persiguieran al cura por todo el sitio. Detuve esa imagen durante unos instantes en mi mente, y sonreí en un intento de que esa locura calmara mi rabia, mientras mis pobres perros, se acurrucaban a mis pies, tratando de entender, porque su sueño, y el mio, de todas las noches de diciembre, cada diciembre de cada año, una y otra vez, era interrumpido con unas explosiones, tontamente llamadas fuegos artificiales, lanzados desde la alegra de una convocatoria católica. Eso es lo malo de pensar en la madrugada, levantado por el tropel de unos perros asustados , ladrando inconsolados. Que la tenue capa de civilización que lo cubre a uno, no se ha despertado aún, es inmune a todo esto, está en otro plano temporal. Afortunadamente, la razón vuelve a mi, mientras escribo todo esto, ya esta amaneciendo, ya la gente de la misa esta saliendo de su iglesia, en ruta a sus hogares, feliz de que hicieron su... lo que hacen todos los días, y yo pasaré otro día mas olvidando todo esto, hasta mañana a las 4:30 am, cuando mis perros me recordarán, una de las tantas razones por las cuales soy ateo .

14.4.14

Tiempos de Soldados - Héctor Concari

Es inevitable la referencia a Stanley Kubrick en estos tiempos huérfanos de civilidad. No solo porque siempre se debe volver a los maestros, sino más bien porque, al menos en tres películas, y tácitamente en casi toda su obra, el director exploró, como nadie, la dominación y el autoritarismo militar. Senderos de gloria es de 1957 y revive un episodio real de la Primera Guerra mundial. Empeñado, por una cuestión de honor militar (léase capricho), en tomar una posición particularmente inatacable, un general manda a sus hombres al asalto. El ataque es repelido y cuando los soldados se repliegan, contraviniendo la orden superior, el general, desde el confort de su poder, ordena a sus baterías disparar contra sus propias fuerzas. La orden es desacatada, con lo cual la imagen del general queda más bien maltrecha. Para lavarla, exige una reparación que perseverando en el capricho, apela al azar: elegir, al voleo, tres hombres y, previo formalismo de una corte marcial, fusilarlos. ¿Verdad que suena familiar? En todo caso el miserable se sale con la suya y recae en el Coronel Drax, que comandó el asalto fallido y sobrevivió, hacer las veces de defensor de oficio de tres infelices elegidos al azar, pero no mucho. Todos, de una forma u otra, en algún momento atrajeron sobre sí la atención ominosa de algún oficial, porque por supuesto, los pobrecitos son tropa. El juicio es una patraña como el espectador se lo imagina (de nuevo cabe la pregunta: ¿verdad que suena familiar?) pero a través de su desarrollo y del impecable papel del coronel Drax (un muy convincente Kirk Douglas), la película desnuda la crueldad innata de la mente militar, los extravíos del poder cuando no tiene frenos y la combinación letal de ambos en una situación extrema como la guerra. La película tiene un pequeño borrón: el coronel Drax, como héroe positivo, es demasiado positivo, pero se le puede perdonar esa. Tres años más tarde, Kubrick saltaría tardíamente al tren en movimiento de Espartaco, a pedido del productor y estrella Kirk Douglas. El film dista de ser personal, pero el director se daría el gusto de describir, en el entrenamiento de los gladiadores, una fría, impecable y tecnificada máquina de matar. Mucho más interesante sería su próximo proyecto, Dr Insólito. Kubrick no fue nunca un director de comedias y esta sátira, analizada como tal, podría considerarse fallida, si no fuera porque el triunfo se esconde en la crudeza con la cual Kubrick describe la forma en que el poder militar, con jugadas secas y calculadas, acorrala al poder civil en un ajedrez en el que la destrucción mutua está asegurada y se basa además en que el enemigo sepa con qué potencial de armas cuenta el otro. Escenario final del cinismo. Es tal vez el gran film de la era atómica y la paranoia de la Guerra Fría, pero, alejado de su contexto original, es la obscenidad del poder actuando en un universo cerrado (muy de Kubrick), refractaria a toda ética que no sea la lógica guerrera de los militares (¿verdad que sigue sonando familiar?). 2001 era una gélida fábula sobre las perspectivas del hombre y La Naranja Mecánica otra fábula sobre lo que ocurre cuando la posibilidad de elección se evapora y es sustituida por una lógica impuesta desde el poder. Más explícita en el tema que nos ocupa era Full Metal Jacket, basada en un libro sobrecogedor llamado Despachos del periodista Michael Herr (alguien que también asesoraría a Coppola para Apocalipsis Ahora). La secuencia antológica es la del prólogo que narra, con una meticulosidad que da escalofríos, el proceso de entrenamiento por el cual un puñado de civiles son transformados en máquinas de matar y de autodestruirse. Virtudes del uniforme. La audacia de Kubrick es hilar una película de poca coherencia narrativa (porque lo que el espectador ve son viñetas, pequeños episodios de una guerra incomprensible), a partir de una larga secuencia inicial a la que todos los segmentos van a referir inevitablemente. Porque ese es su tema, en última instancia, el tema de los civiles desarmados frente al poder de los uniformados. ¿Que es lo que hace a los primeros intentar reducir a los segundos a su condición? La respuesta debe buscarse por los predios del poder (el corruptor último de la especie y un antropino esencial). Pero hay varias preguntas que se agolpan: ¿por qué fallan los anticuerpos democráticos?, ¿por qué se eclipsa la inteligencia crítica?, ¿de dónde la fascinación por las armas y los uniformes? Preguntas de tiempos huérfanos a las que la obra de un director esencial nunca dejó de volver. Publicado en el Diario TalCual, Seccion Literales, 29/30 de Marzo de 2014